miércoles, 12 de agosto de 2009

14. El último día que le ví...

Todo estaba preparado, Alres estaba situado junto a la piedra del nacimiento y Sey Ha estaba suspendido en el aire, sostenido por la cuerda que Alres apretaba en su mano.

-Viejo amigo, es la hora, a partir de aquí, tan solo puedes esperar. Tranquilo, se que aún eres escéptico con este plan, pero he protegido muy bien esta zona, solo aquel que esté destinado a esta misión podrá encontrarte y liberarnos.

-Es cierto, sigo sin tenerlo claro, pero al fin y al cabo, tu eres mi dueño, debo acatar tus órdenes... Pero, ¿cómo piensas encontrar a esa persona que nos salvará si te vas mediante la puerta?

-Esta puerta hace siglos que no se abre, por eso no estoy seguro de que pasará una vez esté dentro, pero Negs Syk, antes de sellar su refugio, me dijo que dentro de la puerta hallaría las respuestas. Ni siquiera el sabe a ciencia cierta que encontraré dentro, fueron sus antecesores los últimos en abrir la puerta. Sey Ha, sabes que no podemos hacer otra cosa, los Mers Kiash están cerca, y si nos encuentran, todo habrá acabado, el circuló no se completará y ellos reinarán, y el caos será inminente.

-De acuerdo, Alres, hagamosló ya, les siento cerca...


Alres empezó una oración en un idioma que pocos conocían, tan solo los silares más avanzados. De sus dedos empezó a brotar una tenue luz azulada, que se fue arremolinando frente a Alres hasta formar un pórtico gris, con 7 grabados de aves, el más reciente era la grulla blanca, perteneciente al predecesor del anciano Negs Syk. Ahora la golondrina pasaría a ser parte de aquel mural...

Pronunció las últimas palabras, y la gran puerta empezó a abrirse. De pronto, un haz de luz amarilla cruzó entre Alres y la puerta, sobresaltandole y haciéndole perder la concentración. La puerta pareció crujir, y espantado, Alres vio como empezaban a cerrarse las puertas de nuevo.

Una horda de Mers Kiash irrumpió en el claro de la cabaña, Sey Ha hablaba a gritos en el interior de Alres, y a él solo se le ocurría una solución.

-Sey Ha, no puedo seguir aquí, es la hora de dejarte, no me odies por esto, prometo que volveré. Recuerdas estas palabras, debes decírselas a mi sucesor cuando te encuentre: "Cuando aquel que un día se hizo nombrar como futuro gobernador del mundo muera, será el momento del regreso del anciano Alres, y con él, aquella que debe guiarle hacia su alma."

-¿Me estás contando un cuento? ¡No es hora!

-Escucha, debo soltarte aquí, en el agua, y sellar una última parte antes de salir, con la alinelensia de aquel que murió. Viejo amigo, aquí acaba todo, volveremos a vernos.

-Hazlo rápido, te lo ruego.

Y Sey Ha cayó al agua, hundiéndose...

Alres, con otra alinelensia en su mano derecha, empezó a sellar una última parte del círculo, la más complicada, pues la alinelensia no era suya, y esta no le ofrecería tan facilmente su poder, pero él era el único capaz de hacerlo ahora.

Con las últimas palabras, la alinelensia vibró muy violentamente, casi tirando a Alres. Un dolor inmenso inundó el alma de Alres, como si se le desgarrase, y un grito agónico hizo que su alma se dividiese, impactando una de ellas en la roca en el nacimiento, y la otra, según vio Alres en su último suspiro, pareció entrar en la puerta.

-Todo se acabó... No puedo hacer nada ya... Ahora que mi vida empieza a dormir, siento que apenas viví... Lo siento, no pude terminar...


-Esto fue lo que pasó aquel día, el último día que vi a Alres-dijo Sey Ha con un hilo de voz-.

Helena estaba pálida, quería saber que pasaba con aquella extraña piedra, pero aquel relato le pareció cruel e increíble. Poderes mágicos, druidas con cientos de años... Era todo tan increíble...

-Siento no poder explicarte todo esto, pero ni yo me creo del todo esto, tan solo hace unos meses que encontré a Sey Ha, me ha contado tantos momentos, hemos intentado tantas cosas para que yo vuelva a recordar... Pero nada ha cambiado, solo puedo mover objetos pequeños -Dijo Albert, tras un largo silencio-.

-Helena, Albert, quiero buscar el refugio de Negs Syk, tal vez allí encontremos respuestas...

-¿Estás loco? El anciano debió morir hace mucho.

-Recuerda lo que te dije hace tiempo, cuando te conté lo que ocurrió con el círculo. Un druida
atado a un cometido, no puede morir.

-Y el cometido del anciano, ¿no era sellar el círculo y acabar con los Mers Kiash?

-Eso solo es una mínima parte de todo, golondrina. El verdadero cometido del anciano Negs Syk era para mí un secreto que no debía saber, pero que he logrado comprender mientras os contaba el último día con Alres. Su cometido era volver a casa, y llevarse consigo las almas de los druidas que un día vinieron aquí, enamorados de un mundo con tanta energía.

"Pero en los últimos días de libertad de su pueblo, se dio cuenta de que pese a la gran energía que emanaba de la Tierra, no era comparable al mal que habitaba en este mundo. Las riquezas pudrían el alma de los hombres, de hay que los druidas vendiesen nuestros secretos a Roma. El ser humano es tremendamente cruel con su mundo y consigo mismo, por eso Negs Syk quería marcharse de aquí y llevarse a los suyos. Ese es el cometido del círculo, aparte de arrebatar el poder a los Mers Kiash."

-Espera, espera, ¿has dicho volver a casa? Ni que fuesen de otro planeta -rió Albert-.

-Entonces, ¿cómo crees tú que unos cuantos tenían poder para mover objetos, crear flujos de energía, mientras otros tan solo podían intentar domesticar el ganado o buscaban como plantar una semilla? Nosotro vinimos cuando el hombre empezaba la llamada Edad de los Metales. Eran apenas unas decenas en todo el mundo, pero con el tiempo fuimos miles en un continente.

"Has estudiado las ruinas Mayas y Aztecas, ¿verdad?. Pues esos pueblos no rezaban a un Dios, rezaban a un druida. Los dibujos y el idioma de estos pueblos decían que su Dios bajó a la Tierra y les dió sabiduría. Tenían poderes mágicos, y tantas otras cualidades. Pues no eran más que druidas, adoraban a un druida al que un día unos cuantos vieron como hacía algun conjuro de algún tipo, y creyeron que era aquel Dios al que oraban cada día."

-No puedo creerte Sey Ha, ¿cómo van a venir los druidas de otro mundo? Ni siquiera estamos seguro de que haya vida en otros planetas, y me pides que crea que vosotros vinisteis de otro mundo. No, no puedo creerlo.

-Albert... Yo creo que si le creo. A mi padre le encanta la Astronomía, participó en la creación del telescopio más grande del mundo, y hace poco me contó como llegaron a ver un planeta con colores similares al nuestro, en un sistema cercano al nuestro, creen que se trata de agua y vegetación. Según mi padre es del tamaño de Saturno, con lo que es mucho más grande que la Tierra... Creo que si que puede haber vida allí -La voz de Helena era temblorosa, como si tuviese miedo de sus palabras-

"Es ella... Está destinada a guiar a Albert a la esencia de Alres..." Pensó Sey Ha.

-Rigel Kentaurus, es el sistema donde están nuestros orígenes.

-El segundo más cercano al Sistema Solar. Albert, no puede ser otra cosa. Fíjate en la situación, una piedra con conciencia propia, magia... ¿Crees que nosotros somos capaces de crear cosas así?

-Todo es tan confuso...

-Albert, hace solo unos días no recordabas a Helena, te asustaste cuando te hablé la primera vez. Ahora eres capaz de recordar muchas de las historias que te he contado desde que estoy en tu poder... La profecía que Alres compuso antes de marcharse, habla de el destino, de el regreso del que rompería el sello para continuar, y que una mujer le guiaría hasta el regreso. Todo está pasando, tu has roto el sello, me has encontrado, y la parte del alma de Alres que permanece en la roca, has sido capaz de despertarla, recuerda la cara de agua. Y no nos olvidemos de Helena, te parecerá casualidad, pero a sido ella quien te ha querido convencer de que venimos de otro planeta, te está guiando, aunque no lo sepa...

-Tal vez tenga razón Albert... Al fin y al cabo, yo también oigo a Sey Ha, alguna razón tendrá, ya sea el destino o simplemente que yo tambien pertenezca a esa casi extinguida estirpe de druidas -Sus palabras eran muy convincentes-...

-Dejemoslo por hoy, estoy cansado... Necesito pensar.

-De acuerdo, golondrina. Helena, vuelve mañana, tengo cosas que tratar contigo...