martes, 30 de marzo de 2010

15. Ataque tras la luz.

Un ruido parecido al vibrar de un teléfono móvil hizo despertar a Albert de madrugada. Tal vez sus padres o Helena se lo dejaron olvidado, aunque lo dudaba, y el suyo no podía ser, se rompió en el accidente.

Como pudo, a oscuras totalmente, encendió la luz de la mesita junto a la cama de hospital, y buscó en el cajón el objeto que vibraba. Para su sorpresa, lo que vibraba, era aquella alinelensia que sacaron de la roca del mirador. Emitía un brillo extraño, le alteraba, al contrario del que tenía Sey Ha.

Cogió la piedra, y la sostuvo en su mano, mientras cogía a Sey Ha y se lo colocaba al cuello. Una descarga le recorrió el brazo que sostenía la piedra encontrada. Ambas piedras empezaron a vibrar violentamente, y a brillar con fuerza, casi iluminando la estancia.

Alres, ¿qué estás haciendo?! - Dijo angustiosamente Sey Ha-.
-¡No lo sé! Me desperté al oír vibrar la piedra, y de repente habéis empezado a brillar y vibrar con mucha fuerza -Se defendió Albert-.

Se empezó a marear, una gran cantidad de energía le recorría el cuerpo. La roca de su mano parecía a punto de estallar. La soltó, cayendo sobre las sábanas y apagándose.

-Necesito hablar con Helena, y pronto -pidió Sey Ha-. Algo está pasando.
-Es de madrugada, y no tengo modo de hablar con ella, no tengo teléfono, tienes que esperar a que sea de día.
-¡No! Necesito hablar con ella cuanto antes, debemos ir a buscarla.
-¿Estás loco? Sabes que no debo moverme de aquí, aún no me recuperé.

La luz del pasillo se encendió, debía ser algún enfermero que había escuchado el ruido. Albert se tumbó y se hizo el dormido. La puerta se abrió lentamente, como si no quisiera despertarle. Sintió que pasaban junto a la cama, y que alguien le cogía la mano.

-Albert, siento despertarte... -Le decía una voz suave, en un susurro-. Tenemos que hablar.

Albert abrió los ojos, y se encontró con los de Helena, frente a él, a apenas un palmo de distancia, y se le aceleró el corazón.

-No te preocupes, estaba despierto. ¿Qué estás haciendo aquí? Es muy tarde.
-Mi piedra empezó a vibrar hace un rato, con mucha fuerza, y tenía un brillo muy extraño-intentó explicar Helena-. Espero que Sey Ha pueda ayudarme, no se qué ha pasado...
-Aquí ha pasado lo mismo-dijo buscando entre las sábanas la otra piedra-. Esta la encontramos la primera noche que quedamos juntos, cuando nos sentamos en el mirador. ¿Recuerdas que la piedra se movió? Fue tras recitar el Arish Naks.

"Oí que vibraba algo en el cajón, la cogí y también a Sey Ha, pero al colocármelo al cuello, la roca empezó a darme descargas y brillar mucho más que antes, hasta que no pude soportarlo y la solté."

-Albert, se buen chico y quitate el colgante para que pueda hablar con los dos a la vez-le dijo Sey Ha-.

Deshizo el nudo del colgante y cada uno agarró un extremo del colgante.

-De acuerdo, creo que tengo cosas que contaros.
-No ocultes ningún detalle, por favor-pidió Helena-.
-De acuerdo, si así lo preferís...

"Esta roca, como le expliqué a Albert, perteneció a una druida. Había oído hablar a Alres de una druida exiliada, pero no podía llevarse la piedra con ella, sería muy peligroso. Así que la escondió en la roca, pensando que nadie la encontraría.

Helena, cuando dijiste que esa roca parecía brillar, lo tuve claro. Ninguna otra piedra en el mundo podría hacerlo. No hemos vuelto a intentar sacar información de ella, pero por algún motivo, esta madrugada ha ocurrido algo que la ha hecho despertar.

Y es muy extraño, para que eso pasara, debería haber tenido contacto con la magia que la creó, osea, la de su dueña, cosa imposible.

También es muy extraño que tu piedra, Helena, hiciera lo mismo que esta, debe tener alguna conexión..."

-Sey Ha, el otro día dijiste que tenías algo que tratar conmigo, cuenta primero eso-pidió Helena-.

-Cierto, aunque es el mismo tema en realidad.

"Quería que nos dejaras tu piedra, quería estudiarla. Su brillo y color, como te dije, son los que tiene una alinelensia que ha sido usada por un druida oscuro, un Mers Kiash, nadie más le haría tal cosa a una piedra tan pura.

Pero también te dije que había sido limpiada, o intentado al menos, eso significa que su dueño se arrepintió de sus actos e hizo penitencia en los montes durante varios años, pero no los suficientes.

Eso me hizo pensar que la profecía por la cual yo sería encontrado, fuera errónea, y los Mers Kiash no hayan muerto, al menos no todos. En cierto modo, si han muerto, si no no me habrías encontrado Albert, pero si son ciertas mis predicciones, siguen vivos 2 antiguos miembros de los Mers Kiash. Uno, ha de ser el legítimo dueño de la alinelensia de Helena, el otro, sin duda, la druida que escondió su alinelensia en la roca.

Pero todo esto no me cuadra, según Alres, la druida que la escondió era blanca, nieta de uno de los silares de los sabios, y esta alinelensia es oscura totalmente, ha sido derramada sangre con su poder, sin duda alguna.

Solo puedo encontrar 2 posibles sucesos para esto, una que Alres realmente no conociera el detalle de la traición de la druida, o que hay más de una piedra escondida por el mundo, puras e impuras sin duda."

-Cómo si no tuvieramos bastante de lo que preocuparnos- se quejó Albert-...

Un relámpago cruzó el cielo, e iluminó la estancia. La piedra de Helena y la encontrada en la roca, volvieron a vibrar con fuerza, y a parpadear. Un escalofrío recorrió la espalda de Albert, se sentía como un felino, alerta.

-Albert, Helena, no debéis dejar que las dos piedras se junten, !en ninguna circunstancia!

Un magnetismo tremendamente fuerte emergió de ambas piedras, intentando atraerse una a la otra.

-¿Qué esta pasando? -Dijeron Albert y Helena al unísono, sujetando las piedras con fuerza-.
-Sus dueños las reclaman, las están buscando, y lo peor, están juntos -dijo con un hilo de voz Sey Ha-. Están usando un método de puertas de energía, de modo que si sus piedras se encuentran, ellos aparecerán donde estén ambas. Debéis impedirlo como sea.

Las miradas de Albert y Helena desvelaban el miedo que tenían ante esa posibilidad. Las piedras, en sus manos, vibraban violentamente, mientras caían varios rayos más, en una tormenta seca que atemorizaba.

De pronto, la cuerda que sostenía la piedra de Helena, se desgarró, y la piedra salió volando hacia Albert, con asombrosa velocidad. En el último momento se pudo apartar, pero aparecieron unas chispas en las manos de Albert.

La habitación se llenó de luz, y aparecieron dos caras, bajo una capucha. Dos ancianos miraban estupefactos la imagen que contemplaban. El mero hecho del roce de las piedras, produjo una ventana entre los Mers Kiash y la habitación del hospital, de modo que podían verse, pero ninguno podía cruzar.

Albert respiró con cierto alivio, pero Sey Ha hizo que se preocuparan aún más.

-No te alegres por esto, ahora saben quienes somos, nos buscarán-gritó Sey Ha-.

Albert cerró los ojos, pensó en Alres, y visualizó una golondrina. De sus labios salió una extraña palabra, como un susurro, y la luz cesó tras un relámpago.

Helena respiraba entrecortadamente, sudando en el sillón junto a Albert. Este, recostado en la cama, veía pasar ante sus ojos miles de imágenes, como un sueño, un bosque, relámpagos alcanzando gente, humo, fuego, sangre... Y sintió una fuerte punzada en su hombro.

Helena se dio cuenta, se levantó rápidamente, y vio horrorizada una mancha rojo que crecía rápidamente en la bata de Albert. Algo le había golpeado en el hombro, y le produjo una profunda herida.

Sey Ha vibraba con fuerza sobre la cama. Helena la recogió y se la puso al cuello.

-Rápido, tenemos que salir de aquí, sea como sea-Gritaba Sey Ha-.

Helena no podía moverse, estaba inmovilizada por la imagen impactante. Intentó girar la cabeza para no ver a Albert, y lo que vio no supo explicarlo. Una de las piedras, se había vuelto completamente pura, no había rastro de aquella oscuridad y brillo tenebroso en ella. Rápidamente la cogió, y sintió una energía extraña, purificadora.

Sintió una extraña calidez en sus manos, e instintivamente, las puso sobre la herida de Albert. Dejó de sangrar, recuperaba el color, antes pálido.

Albert cogió una bocanada de aire, como si hubiera pasado varios minutos bajo el agua, y lo primero que vio, fue a Helena cayendo al suelo, sin conocimiento.