Helena, Shel Enha. Eran la misma persona. Sey Ha vibraba violentamente en la mano de Albert, la luz que emitía casi traspasaba la opacidad de la piel y los huesos de su mano, dejándose ver. Por suerte ella no se dio cuenta, seguía allí, mirando a Albert con aquellos ojos. Albert no podía sostener su intensa mirada, la desviaba a sus labios. Le parecía perfectos. Se sintió fuertemente atraído por ellos en aquel momento, y se sentía muy incomodo allí, frente aquella chica.
Pasaron unos largos segundos hasta que Helena puedo hablar. También ella parecía encontrarse con un amigo, sin embargo estaba segura de que nunca le había visto.
-No creo que nos conozcamos, nunca he salido de Nápoles -Dijo con una voz cantarina y alegre-. Tal vez me parezca a alguna amiga tuya de Boixadors.
Acababa de darse cuenta de que aquella palabra, Boixadors, la había pronunciado con acento italiano perfecto. Estaba hablando en italiano con Helena. La entendía perfectamente, y él lo hablaba perfectamente, también.
-Aunque debo reconocer, que tu italiano es perfecto para ser español -Apuntó Helena, con una mirada cautivadora-.
-Si, bueno... Se me da bastante bien -Mintió Albert-. Bueno, he de irme, es la hora de la cena y tengo que deshacer mis maletas. Si quieres... Podemos vernos mañana aquí, a la hora que te parezca...
-De acuerdo. Este lugar por la noche es aún mas impresionante, y esta roca emite una suave luz, como una de esas pegatinas que se iluminan por la noche. Te espero aquí sobre las diez, después de la cena.
-Vale. Ehm... Helena, encantado de conocerte -Estaba tremendamente sonrojado, y le costaba hablar-.
Helena no dijo nada más, pero sonrió, con una sonrisa deslumbrante y cálida, dio la vuelta y se marchó. Su cuerpo se contoneaba suavemente, produciéndole una atracción irracional.
-¡Alres! Es ella, ¡Shel Enha! En el libro de la profecía, aparecen unas iniciales al final y al principio, una especie de firma, S.E. ¡Tiene que ser ella! -Sey Ha estaba muy ansioso, nervioso...-.
-Ella... ¿Porqué? Es una simple casualidad que su nombre, en vuestro idioma, coincida con las iniciales de ese libro, del que nadie sabe nada -Un instinto protector se adueñó de Albert -. Dejalá en paz. Solo es una chica corriente.
-Alres, ¿no te das cuenta? Tiene que ser ella, la chica de la profecía, tu compañera para cerrar el círculo...
-¡No! Déjame en paz.
Se dirigió a la casa, enfadado, frustrado. Mil y un pensamientos azotaban su mente. Vagas imágenes de un bosque, una piedra, una falda larga y blanca, venían e iban de su mente. Estaba agotado. Al llegar a casa, recordó que debía deshacer sus maletas, así que decidió dejar a Sey Ha en la mesilla de noche, para poder pensar con claridad, si una piedra parlante en su cuello. Estaba empezando a cansarse de todo aquello. Sey Ha intentaba hacer todos lo días, que recordase de nuevo su vida antes del sello, antes de cruzar la puerta. Pero nunca lo conseguía. Sondeaba su mente, su alma, pero no encontraba nada. Sin embargo, tenía que ser Alres. Tenía poderes, ya conseguía mover objetos. Había abierto el sello de la piedra, tenía sensibilidad con Sey Ha, podía comunicarse con él.
Helena... Albert tenía la sensación de conocerla. Su corazón había empezado a latir con fuerza al verla acercándose a él. Cuando la vio en el aeropuerto, su vista, como guiada por una fuerza invisible, se dirigió a la curiosa mancha en su hombro, con la forma de una golondrina, el símbolo de Alres. Sey Ha también lo notó. Sintió una conexión con aquella forma, por eso estaba tan seguro de que Helena, o Shel Enha, era la chica de la profecía, la que, junto a Albert, o Alres, cerrarían el círculo.
Al quitarse el colgante, Albert sintió que la carga disminuía. Deshizo la maleta rápido, intentando mantener su mente ocupada. Apenas cenó, dijo que estaba cansado del viaje. Cuando volvió a su cuarto, Sey Ha estaba intensamente iluminado, y Albert se lo volvió a colocar.
-¿Porqué me has dejado aquí? -Parecía enfadado-.
-Necesitaba relajarme, y se que tú ibas a seguir con tus teorías de Helena y Alres... Pero tranquilo, ya estoy mucho mejor.
-De acuerdo, pero sabes que tenemos que hablar.
-No empieces otra vez con lo de Helena, Sey Ha.
-Vale, te contaré lo de la piedra.
-¿La del parque? -Esto si le apetecía escucharlo-.
-Si. En esa piedra hay una alinelensia. Es de una druida, tenía esencia de mujer. La dejó allí antes de exiliarse, con la intención de volver, pero nunca lo hizo. No sabe a donde se dirigió, solo quería ocultarla, ya que estas piedras eran muy preciadas por los vendedores del mercado negro, como objetos de brujería-las últimas palabras las pronunció con pesadez y amargura-. Tenemos que sacarla de ahí, Albert.
-¿Cómo piensas sacarla sin romper esa inmensa roca? Estás loco...
-Hay una forma, de la misma forma con la que su dueña la introdujo. Usando los poderes que tu manifiestas...
-Sabes que aún no controlo mucho eso, solo consigo mover algunos objetos...
-Si, pero tengo una idea. Lo haremos mañana, cuando Helena vaya al parque, debes llevarme contigo.
-¿Otra vez con eso? No pienso meterla en esto...
-Escúchame. Es solo una prueba, siento una extraña energía en ella, y la marca de Alres está grabada en su hombro...
-De acuerdo, tu ganas, me duele la cabeza, quiero acostarme. Por favor, si eres tan amable...
-Vale-Zanjó Sey Ha-.
Una leve vibración, una pulsación de luz, y Albert se quedó dormido al instante. Sey Ha estuvo un tiempo sondeando su cuerpo, como cada día. Encontró nuevos sentimientos, rió cariñosamente para si mismo.
-Pobre chiquillo, su corazón está más liado que su mente... Esa chica, es muy especial para él, aunque no lo sepa...
Salvo eso, Sey Ha no encontró nada más, como de costumbre, y poco a poco, fue apagándose, hasta quedar como una simple piedra en un colgante de cuero.
Albert se movió en un sueño, sin despertarse. Helena, su mirada, su voz, la golondrina...
domingo, 7 de junio de 2009
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1 comentario:
Daviddd me encanta esta super chulo tio que imaginacion!! nos vemos adios!!
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