miércoles, 3 de junio de 2009

2. Despertar.

7:30 am, suena el despertador. Albert lo apaga y se dirige al cuarto baño con una extraña sensación. Acababa de soñar con algo que soñó hace unos 2 años, y que recuerda muy bien. Una sonido, una sensación, un nacimiento de rió... Se lava la cara y se toca la cara. Hacía tiempo que le empezó a salir la barba, y aquel día tenía barba de no haberse afeitado en varios días, total, era verano y como siempre, pasaría el día en casa o en su refugio.

El refugio... Aún recuerda el primer día allí, las sensaciones que le produjeron, el Arish naks... Se lo había aprendido de memoria, y encontrado nuevas versiones, más completas e interesantes, que también memorizó. Su memoria había experimentado un gran cambio, había desarrollado una gran capacidad de memorización, con lo que sus exámenes los pasaba practicamente "con la gorra". También se había aprendido la mayor parte de los volúmenes de la colección de enciclopedias de sus padres, sabía reconocer casi todas las plantas e insectos de la región, algo esencial en su nueva afición, la montaña. Antes solía llevar alimentos y agua de casa, ahora, gracias todos esos conocimientos, se valía para comer y beber en cualquier sitio. Convivía de una manera excepcional con la naturaleza. Él no le hacía nada, y ella se lo agradecía con su paz y sus regalos.

Había aprendido a respetar a todos los seres. En clase, algunos acudían a él en busca de algún consejos o ayuda en los estudios, y el, gustoso les ayudaba. Sin embargo, muchos otros le insultaban, incluso intentaban agredir, aunque sorprendentemente, siempre conseguía zafarse, era asombrosamente hábil y rápido. Nunca se enfadaba con esas personas, simplemente les decía: "Sois tremendamente estúpidos, ni siquiera habéis aprendido a ser humanos, aún vivís como lo hacía el homo antecesor, siempre peleando por una gloria que no os merecéis".

Pero aquella mañana, se sentía extraño, no tenía muchas ganas de ayudar, de estar rodeado, por lo que decidió dirigirse a dónde creía poder hallar la respuesta a ese extraño sentimiento, saltándose las clases por primera vez. Sabía que sus padres le reñirían, pero para él era importante, además, sabía que aprobaría de todas maneras. Así que salió de casa y se dirigió al refugio.

Al llegar, esa sensación pareció resurgir con más fuerza. Nunca se había sentido así, no sabía que le pasaba, pero si sabía donde encontrar respuestas. Se desvistió, quedándose en un simple slip, que cambió por una especie de túnica fabricada por el mismo, que le hacía sentir un auténtico druida de las leyendas que tanto le gustaban. Se fue hacía el río y anduvo largo rato corriente arriba, hasta el punto de su nacimiento. Una sensación de añoranza y recuerdos se apoderó en ese momento de él. No había vuelto allí desde su primera visita, se sentía fuera de lugar allí, pero esa mañana era distinta, sentía que allí encontraría algo que le ayudaría. Se quitó la túnica, la dejó sobre una rama de quejigo, y se introdujo en las frías aguas de la pequeña charca que se formaba en el nacimiento del río. Aquel día el agua estaba apetecible, sin embargo, no se sentía cómodo allí, la sensación no disminuía, así que decidió sumergirse entero en el agua para despejar se.

Al hacerlo, abrió los ojos, y de repente, vio un extraño brillo en el fondo, una especie de colgante que no se había cubierto de tierra ni parecía llevar mucho tiempo allí. Se adentro más aun en el agua para cogerlo, y salió del agua. Al fijarse bien, vio que era una extraña piedra tallada a mano, muy ligera para ser alguna de las muchas rocas que conocía, y tampoco su brillo le era familiar, no recordaba ninguna roca con un color verde y marrón con brillos. Le dio la vuelta y observó el reverso. Había un símbolo extraño pero conocido, su corazón se aceleró, era un antiguo símbolo que vio en una ocasión al leer sobre un druida que se dio a conocer mucho en su tiempo, se llamaba Alres, que traducido a su idioma era el nombre de un ave, la golondrina. Por lo que había leído, las aves eran consideradas las mensajeras de la sabiduría, y cada druida elegía su ave-guia.

Le extrañó encontrar ese símbolo allí, las historias decían que Alres era de la zona de los Alpes, y a su parecer, los Alpes no estaban cerca de Catalunya... Decidió colgárselo del cuello para no perderlo y buscar en casa más información sobre esto.

Salió del agua, pero antes de vestirse, recitó el Arish naks. Al hacerlo, una conocida sensación brotó de nuevo, y volvió a oír ese sonido proveniente de la roca donde salía el agua del nacimiento. Se acercó para examinarla, pero no vio ninguna piedra que pareciese haber caído. Rodeó la piedra, y justo al llegar al lado contrario a la boca de salida, el colgante pareció vibrar en su pecho. Se asustó y lo cogió en las manos, mientras examinaba más detenidamente la roca. No parecía tener nada extraño, sin embargo el colgante parecía indicarle algo. Se acercó aun más a la roca, y la piedra del colgante pareció querer ir más cerca de la roca. Albert estaba asustado, sin embargo, se quitó el colgante, agarrándolo fuertemente en su mano y lo acercó a la roca. Inmediatamente, el colgante pareció quedar atraído por la roca, como si esta fuese un potente imán. Muy asustado, Albert soltó el colgante, que parecía querer moverse solo, pues tiraba de su mano. Al soltarlo, esté pareció dibujar en la roca el extraño símbolo que también estaba en la piedra del colgante. Cuando pareció terminar el dibujo sobre la roca, este no se veía, pero Albert sabía que era eso lo que había dibujado, porque al acercarse a la zona, vio que ese mismo dibujo estaba marcado en la roca, como si ya hubiese pasado eso más veces y la roca se hubiese desgastado. Un último movimiento del colgante, y de repente, el dibujo se iluminó con el mismo tono de la piedra del colgante.

Quiso huir, pero algo se lo impedía, parecía como si ese dibujo le llamase, en su cabeza parecía escuchar una sorda canción de angustia, como si un ser le pidiese completar una misión, un deber. Ese peso que notaba en su cuerpo... De repente parecía como si las piezas de un puzzle se auto colocaran, su mente procesaba aquellas sensaciones con rapidez. Su alma parecía querer escapar hacía ese brillo, como pidiendo la libertad tras un largo encierro. Se acercó al dibujo, y este iluminó su rostro, pálido tras todos aquellos sucesos. Se dio cuenta de que el sonido del agua había cesado, sin embargo, esta seguía fluyendo. No hizo caso de aquello. Se fijó en aquel dibujo. Ahora lo veía mucho más claro, era claramente una golondrina. Alres... No entendía nada en ese momento, pero cogió el colgante, que se quedo fijo en la punta del pico, como esperando. Se lo puso, y este pareció indicarle que le siguiese. Albert no tenía ya miedo, pareció que su alma se tranquilizó al sentirse más libre, pero el seguía sin saber porqué pasaba aquello.

Siguió las sordas e invisibles indicaciones del colgante, hasta un punto de la roca. Parecía haber una pequeña muesca en ella, del tamaño de la piedra del colgante. No... Era demasiada casualidad, la piedra no podía encajar allí... Sin embargo, la acercó, y esta se unió fuertemente a la roca. De nuevo, su alma, a gritos, le pedía salir. También una extraña sensación de que alguien estaba allí, con él, apareció de repente, mas no vio a nadie allí, ni escuchó nada. La piedra, sin ayuda de nada, se giró, y un haz de luz salió de un punto de la roca. A su vez, varios hazes salían en varias direcciones, rodeando la roca, en lo que parecía una canalización. Pronto, la roca parecía tener unas muescas donde antes había luz, y el agua parecía fluir por esos canales, pero en una dirección muy rara, verticalmente hacia arriba, desafiando a la gravedad, pero sin salirse de su cauce.

No encontraba explicación para todo aquello, le pareció estar viviendo un mal sueño.

-Alres, por fin has vuelto...-
-¿Quién anda ahí? ¿Que sabes de Alres? Yo no soy Alres, si no Albert- gritó este, girando para intentar ver la fuente de aquella extraña voz-.

No obtuvo respuesta. Volvió a escuchar aquel sonido de una piedrecilla al caer, pero esta vez si sabía de donde provenía. En el punto donde parecían unirse los canales de agua surgidos en la roca, se había formado una figura, una extraña forma que no lograba definir, pero que le resultaba extrañamente familiar. Un viejo amigo... ¿Cómo podía conocer aquel chico esa forma? Nunca la había visto que el recordase. La figura pareció girarse en su dirección.

-Alres, pareces haberme olvidado...-
-¿Quién eres? Muestrate, ¿dónde estas?-Empezó a impacientarse-.
-Sabes perfectamente quién soy, y donde estoy.

Esta vez, la voz no parecía venir de ningún lado, parecía hablarle desde muy cerca. El colgante vibraba y brillaba con mucha más intensidad que antes. Era como si estuviese vivo, como si este fuese el que producía aquella voz.

-Exacto, viejo amigo, soy yo quien habla.- Esta vez, el colgante palpito al decir las palabras-

-¿Cómo puedes ser tú quien habla? Solo eres un extraño colgante... -dijo Albert, sin entender nada-. Esto no puede estar pasando, debo estar soñando.

Se quitó el colgante y todo pareció volver a la normalidad, volvió a oír el agua fluir, pero la roca seguía con ese dibujo y los pequeños cauces de agua, con esa extraña figura que le miraba fijamente. Volvió a colocarse el colgante.

-¿Ves? No es un sueño. Por fin vuelves. Cuan larga ha sido esta espera. Muchos han venido aquí, intentando encontrarnos, pero ninguno lo consiguió. Tu mismo sellaste este sitio, y solo tú, podías volver a encontrarnos - La voz era muy tranquila, y extrañamente conocida-. Pero... Has cambiado mucho, no pareces reconocernos, golondrina - Al escuchar esto, se sintió identificado, sin saber porqué-. Son muchas cosas en tan poco tiempo. Es hora de descansar.

Silencio...

De pronto, Albert pareció despertar de un sueño, un sueño muy real. El colgante seguía en su cuello, pero todo parecía en calma. Miró a su alrededor. Ya no estaba en el nacimiento, pero no recordaba haber andando hasta el refugio. La cabeza le daba vueltas, estaba muy mareado y desconcertado, y sin poder poner remedio, se desmayó...

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