sábado, 6 de junio de 2009

3. Sey Ha.

Su teléfono móvil estaba sonando, Albert se despertó desconcertado, era de noche, estaba en el refugio. Cogió el teléfono y dijo:

-¿Quién es?
-¡Albert! ¿Dónde estas? ¿Porqué no has vuelto aún a casa? - Era la voz de su madre, sonaba muy preocupada-.
-Eehm me quede dormido mamá, estoy en la charca, perdona, ya voy para casa... -Colgó, no quería seguir hablando-

-Alres, ¿estás bien?
-Déjame en paz, Sey Ha.

Sey Ha... ¿porqué había dicho aquel nombre? Nunca lo había oído...

-Veo que empiezas a volver a ser tú...
-Espera, ¿porqué conozco tu nombre? ¡Necesito saber que está pasando!
-Alres... Debes marcharte, tu otra familia te espera, están preocupados.
-¿Mi otra familia? ¿Qué quieres decir con eso? -Estaba muy nervioso-.

No obtuvo respuesta. No lo gustaba nada de todo aquello, no entendía porqué sabía ese nombre, ni porqué "Sey Ha" había dicho que él selló aquel lugar y estaba predestinado a volver a abrirlo... Decidió marcharse y no volver al refugio en unos días, necesitaba relajarse. Recogió sus cosas y se vistió, y dejó el extraño colgante en una rama colgado, no quería llevárselo. Al quitárselo, volvía a escuchar el agua, pero en su interior, su alma pedía el colgante a gritos, como si fuese un amigo con el que necesitase estar y desahogarse. Se sentía con angustia, una angustia que iba creciendo por momentos, y sin poder soportarlo más, volvió a coger el colgante y colocárselo al cuello. Al hacerlo, notó de nuevo la paz, y sin saber que había cambiado, volvía a escuchar el agua como si no llevase el colgante. También este estaba distinto, parecía no brillar como siempre, estaba más apagado y no notaba la extraña vibración que antes si tenía, era como si "Sey Ha" se hubiese dormido...

Decidió no pensar más en ello y se fue a casa de nuevo. La charla que le iban a dar, iba a ser bastante dura y larga, así que no quería empeorar las cosas. Estaba algo mareado aún, tropezaba tontamente en las piedras, y más de una vez estubo a punto de caer al río. Al salir por fin al camino, fuera del "peligro" del río, el colgante volvió a vibrar.

-Alres, antes de irnos, quiero que recuerdes tu verdadero nombre, y porqué te llamaste así-Dijo Sey Ha-.
-¿Cómo quieres que haga eso? ¡No soy Alres! Me llamo Albert -Empezaba a estar furioso-.
-Tienes que ser Alres, de otra manera, no podrías haber abierto el código del Arish naks, ni haberme encontrado...
-¿Cómo has dicho? ¿Abrir el Arish naks? Pensaba que solo era una especie de "cancioncilla" para ayudar a relajarte...
-No, Alres, el Arish naks, en esencia, somos todos los demás, todos los que, como tú, han conseguido volver hasta aquí. Ahora no es momento, de explicarte esto, veo que estas angustiado aún, y no quiero liarte más, volvamos mañana, te lo explicaré todo...-Zanjó Sey Ha-
-No, por favor, no te vuelvas a ir... -Necesitaba respuestas a todo lo que estaba pasando-.

Sin embargo, Sey Ha volvió a apagarse, solo notaba una leve vibración, para que supiese que seguía alli.

Sin ganas, se puso camino de casa. Una hora después, estaba frente a la verja del pequeño jardín de entrada, recitando mentalmente el Arish naks, para relajarse. Puso la mano en la verja, pero se dió un calambre. De repente, la verja se abrió sola, y el colgante vibró con fuerza.

-Alres, puedes hacer mucho más que esto...

¿Qué había querido decir Sey Ha? Parecía como si le diese a entender que él, Albert, un chico de apenas 16 años, tenía "poderes". De nuevo quiso creer que estaba soñando, y que despertaría dentro de un rato, y se reiría de todo aquello, pero tenía la certeza sensación de que todo aquello era muy real. Sin pensarlo más, se adentro en su casa. Las reacciones no se hicieron esperar, sus padres salieron al recibidor, con cara de preocupación, y ambos empezaron a hablarle en una mezcla ininteligible de palabras. Sus padres parecían más nerviosos que él mismo.

-¡Parad! No entiendo nada con los dos hablando a la vez -Gritó sin aguantarlo más-. A ver, vayamos al salón, tampoco es nada grave quedarme dormido ¿no?.
-Ah, ¿no?. Y que hayas faltado a clase, ¿tampoco?-Su padre parecía enfadado-.
-Bueno... No me encontraba bien y decidí ir a la montaña a relajarme un poco, tengo demasiadas cosas en la cabeza estos días -Se maldijo por dentro por aquello, si hubiese ido a clase, no habría pasado nada en el refugio ni con sus padres-.
-¿Crees que eso es excusa? Estás castigado. Nunca habría imaginado que pudieses llegar a ser tan inmaduro -Su padre parecía a punto de estallar, estaba rojo de rabia -. Y otra cosa, a final de curso, cuando acabes, nos vamos a mudar, nos vamos al norte de Italia, me trasladan del trabajo.
-¿Cómo? No quiero mudarme. ¡Tengo a todos mis amigos aquí! ¡Mi vida está aquí! No me puedes obligar a dejarlo todo porque tú tengas que irte -Albert no podía creérselo, era imposible, no quería dejarlo todo allí por culpa de su padre-. No pienso marcharme contigo.
-Harás lo que tu madre y yo creamos mejor para todos, aún estás bajo mi autoridad, cuando tengas 18 años, si quieres, vete de casa, hasta entonces, nosotros decidimos -Zanjó su padre en tono cortante-.

Albert salió del salón, enfadado con sus padres por no consultarle esa decisión. Se encerró en su cuarto, no fue a cenar, se quedó dormido. Tampoco al día siguiente salió de casa, su madre intentó hacerle ir a clase, pero el se negó, estaba muy enfadado aún con sus padres.

-Debes ir-vibró el colgante-. En el norte, están los Alpes...
-Déjame, no quiero ir, toda mi vida está aquí.
-Golondrina, recuerda tus orígenes...

Golondrina... ¿Porqué aquel nombre le producía añoranza? ¿Qué quería decir Sey Ha con Los Alpes?. De repente, encajó una gran pieza en su particular puzzle. Alres, según los historiadores, era originario de Los Alpes. No sabían la zona exacta, pero estaban seguros de que provenía de allí. Aún así, no había datos de que Alres hubiese viajado hasta allí, una región cercana a los Pirineos, y había dejado allí pertenencias, aquel colgante.

-Si, Alres. Debes volver, debes volver a ser tú, se que eres Alres, ningún otro podría abrir el sello que tú mismo creaste.


Pensándolo así, era cierto, tal vez allí encontraría respuestas, pero no quería irse, no sabía italiano, no conocía nada de aquello...


-Scriva indubbiamente il suo testo sai italiano, ricorda chi sei, passero -Volvió a palpitar Sey Ha-.
-No, no se hablar italiano.
-Ah, ¿no? Y ¿cómo me has entendido?

Un duro golpe, era verdad, le había entendido perfectamente. Un gran cansancio le sobrevino, todo era demasiado complicado para entender, muy extraño. Quería despertar de todo aquello, no haber ido al nacimiento del río 2 años atrás, no intentar saber nada sobre los druidas. No se decía nada de que tuviesen "poderes", como abrir puertas sin tocarlas, o hablar con un colgante... Solo se decía que eran sumamente sabios, conocedores de muchos secretos de la naturaleza, usaban plantas como medicinas, y solucionaban guerras entre pueblos, solo con hablar con cada uno de los jefes. En ninguno de los cientos de documentos en Internet y las grandes bibliotecas, hablaban de esos "poderes".

Sey Ha se iluminó y vibró, y antes de poder decir nada, Albert cayó como fulminado en su cama, con un extremo cansancio.

-Debes descansar, sacas conclusiones poco objetivas, ya hablaremos todo cuando descanses lo suficiente -Dijo Sey Ha en la cabeza de Albert-.

Pero Sey Ha no se apagó, debía buscar algo en el interior de Albert. Introdujo su ser en el de Albert, sondeó sus recuerdos, consultó con su alma, pero no encontró respuesta a lo que buscaba, y poco a poco, volvió a su piedra, hasta que finalmente, se apagó y dejo de vibrar
.

No hay comentarios: